Muchos
fueron los campamentos chicleros que se establecieron en el estado de Campeche,
y varios de ellos estuvieron en lo que hoy es el Municipio de Escárcega.
Debido
a que la compañía norteamericana The Lagune Corporation era una empresa muy
competitiva, a tal grado que mandó a construir una pequeña vía férrea angosta
que atravesaba el corazón de la selva campechana.
Dicha
vía férrea de 57 kilómetros de largo unía a la finca Matamoros, que se
encontraba en el centro de la selva; con Pital. Este último estaba ubicado a
orillas del río del mismo nombre.
Esto
propició que se instalaran pequeños campamentos chicleros a lo largo de tan
mencionada vía; tales como: San Isidro, Km. 18, Km.27, Km. Km.36, Km. 47 (hoy
Escárcega), y finalmente la finca Matamoros.
Cabe
mencionar que estos campamentos tenían estos nombres debido al kilometraje que
existía de Pital a la finca Matamoros.
Varios
de ellos se ubicaban cerca o a un lado de las aguadas. Debido a la importancia que
representa el vital liquido.
El
campamento chiclero Km. 47, al cual nos enfocaremos; con el correr de los años
sería decretado el ejido Escárcega y más tarde el noveno Municipio del Estado
de Campeche.
Al
principio, este campamento era una parada obligatoria donde se abastecían de
agua, ya que existía una aguada llamada Mariano Abasolo, en honor a un caudillo
de la lucha de la Independencia de México.
Esta
aguada estaba ubicada a un costado de lo que actualmente es el parque infantil
“Cándida Domínguez Vaquerizo” ex parque Lool Bek.
Dicha
aguada como ya hemos mencionado anteriormente, dotaba del vital líquido a los
operadores del pequeño tren denominado el Atotonilc, a la locomotora y a los
trabajadores chicleros.
Por
lo que se cuidaba de no ensuciarla, no bañándose o introduciendo trastes
sucios; no obstantes esta agua no era lo suficientemente confiable para evitar enfermedades.
En
este campamento chiclero se construyó una bodega hecha con madera de la región
y con techo de teja francesa; con el propósito de poder controlar y facilitar
la entrega de los productos (maquetas de chicle, recolectadas por los mismos
trabajadores). Así como el recibo de mercancías procedentes de ciudad del
Carmen, para los trabajadores de la finca Matamoros.
En
este lugar se almacenaban los productos que luego serían trasladados por medio
del pequeño ferrocarril hacia pital. Para luego cruzar con gallardía la Laguna
de Términos en pequeñas balsas.
La
bodega estaba ubicada a escasos 600 metros de la aguada del campamento, y dependía
de la central de Matamoros en donde se encontraba la oficina de campo.
En
este campamento los trabajadores chicleros
construían champas para que vivieran durante la temporada; éstas eran
hechas con troncos delgados, de dos aguas y techado de guano, además hacían
como asientos bancos de troncos delgados y tapancos para colocar sus
provisiones, era común que el chiclero llevara una hamaca para protegerse de la
frialdad del suelo y pabellón para resguardarse de los insectos; de igual
manera se hacían champas destinadas a la cocina y comedor que realizaban los
mismos trabajadores.
Este
campamento lo conformaban de 12 a 20 trabajadores solteros o con familias.
El
trabajo del chiclero era extenuante, se trabajaba de sol a sol, salían desde la
madrugada y volvían al atardecer; de lunes
a sábado por espacio de 6 a 8 meses era este rudo encuentro con la
naturaleza para extraer la savia del chicozapote.
Algunas
veces eran los sábados y otras veces los domingos, días que dedicaban para el
cocimiento de la resina extraída y enmarquetarla,
Al
chiclero se le pagaba el quintal de chicle a 10 pesos, algunos alcanzaban
alrededor de 500 a 100 pesos, de ello se descontaba la mitad del pasaje de su
familia y las mercancías adquiridas, al final de cuentas percibían una miseria,
pero esto, era mejor que ir al campo.
El
Capataz de este campamento era el Sr. Remigio Ayuso, que era el encargado de
vigilar que los chicleros cumplan con su cometido, distribuir las provisiones de las cocinas,
resolver cualquier dificultad que se presente en el campamento, etc.
Las provisiones eran introducidas a los
campamentos con tres o cinco mulas jaladas por el arriero, se tardaba de dos a
tres días de camino, ya que las brechas estaban en pésimas condiciones debido a
la inclemencia de tiempo, la lluvia. Era verdaderamente una labor titánica lo
que realizaban estos trabajadores.
Mientras
todo esto sucedía en el monte, en el campamento se quedaban las esposas o
cocineras, regularmente venían de Tuxpan Veracruz y Ciudad del Carmen, algunas
eran inmigrantes y otras hijas de chicleros que se habían crecido en la selva.
Ellas
eran las encargadas de preparar los alimentos que consistían básicamente en
arroz, fríjol, café aguado y escasas tortillas, estas provisiones eran
proporcionadas por la compañía y en ocasiones la complementaban con carne de
animales que cazaban (venado, armadillo, puerco de monte, entre otros).
Al
regresar el chiclero, se reunía en la cocina donde le daban de comer y después
iban a reunirse con sus familias a pasar el resto del día.
Todos
los trabajadores chicleros convivían como hermanos, pues la mayoría era gente
de fuera con diferentes costumbres, tradiciones, lo cual permitió la mezcla de
ellas. Por ejemplo las cocineras tabasqueñas hacían pozol a sus esposos, bebida
que se preparaba con nixtamal bien cocida y después es molida en molino manual,
se amasa y se prepara en pequeñas bolas, el cual sustenta al estomago mientras
llega la hora de la comida.
Algunos
chicleros al terminar la temporada de chicle emigraban a su lugar de origen,
otros preferían quedarse y esperar hasta el siguiente año, mientras tanto se
dedicaban a la actividad agrícola en el mismo lugar.
Sánchez
Guzmán, Abraham, Origen y Desarrollo de
Candelaria, Carmen Campeche (1880-1982),
(tesis) Facultad de Humanidades, UAC, Campeche, Camp. 1997, p.63
Daniel
Cantarell, Alejandro, Campeche: Raíz de
un pueblo. Cit. p. en Tribuna 8/08.
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